domingo, 1 de junio de 2014

3 TEXTOS MÁS PARA PRACTICAR

TEXTO C
La loba, que llevaba a su izquierda al jefe más joven y a su derecha al viejo tuerto, condujo su partida hacia el río Mackenzie. Día tras día la manada iba disminuyendo. Al fin, solo cuatro quedaron: la loba, el jefe joven, el tuerto y el ambicioso lobato de tres años.

TEXTO D
Soy Flavio y tengo diecinueve años; me miro al espejo de mi cuarto dieciocho veces al día. A las doce de la noche vuelvo a mirarme una vez más para ver los cambios que la tarde, las salidas, el estudio, el sexo o las fiestas han efectuado en mi rostro, en mis ojos en mis pronunciadas ojeras. Sin embargo, creo que estos cambios son fascinantes y estremecedores. He puesto en mi tímido e insolente blog sesenta cosas sobre mí mismo acompañadas de la advertencia de que no son del interés de nadie. Mi espejo es un espejo terrible e inmisericorde. Por eso, es como el de la madrastra de Blancanieves: siempre me dice la verdad del modo más cruel posible.

TEXTO E

Un bandolero refería en rueda de compinches: «Yo soy un hombre honesto, de palabra». Cierta vez usé con una víctima la estúpida frase que nos atribuyen los literatos: «¿La bolsa o la vida?». «La vida» –me contestó el mocito–, valiente como el que más. Y tuve que quitársela. Luego, para respetar mi palabra, y ya que lo había dejado escoger entre la bolsa o la vida, dejé al pie de su cadáver una cartera repleta de billetes: su bolsa. Desde entonces, cuando trabajo interrogo así al candidato a interfecto: «¿La bolsa o la bolsa y la vida?». Para dejar las cosas claras, ¿no?

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