lunes, 6 de febrero de 2012

MIGUEL HERNÁNDEZ



MIGUEL HERNÁNDEZ

Miguel Hernández Gilabert. Aunque tradicionalmente se le ha encuadrado en la generación del 36, Miguel Hernández mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como «genial epígono de la generación del 27».
Nació el 30 de octubre de 1910 en una familia de Orihuela (Alicante) dedicada a la crianza de ganado. Fue pastor de cabras desde muy temprana edad. Miguel fue escolarizado en 1915 y en 1925 abandonó los estudios por orden paterna para dedicarse en exclusiva al pastoreo, aunque poco tiempo después cursa estudios de Derecho y Literatura.

Mientras cuida el rebaño, Miguel lee con avidez y escribe sus primeros poemas. Participa en reuniones literarias y visita la Biblioteca Pública frecuentemente. Se trata de una persona totalmente autodidacta.


Va a Madrid a trabajar, donde publica en la Revista de Occidente y donde conoce a Vicente Aleixandre y a Pablo Neruda (etapa de influencia del Surrealismo).

Al estallar la Guerra Civil, se alista en el bando republicano. Durante la guerra, logra escapar brevemente para casarse con Josefina Manresa, con quien tiene varios hijos, de los cuales únicamente sobrevive uno, Manuel Miguel, debido al hambre y a la situación de miseria que viven.

Al acabar la guerra, es apresado por la policía cuando trataba de huir a Portugal. Estuvo en varias cárceles, donde enferma de bronquitis y tifus, las cuales se complican y acaban matándolo de tuberculosis el 28 de marzo de 1942 (en la enfermería de la cárcel de Alicante con 31 años). Como curiosidad, cuentan que no pudieron cerrarle los ojos (Aleixandre escribió un poema sobre ello).



Obras:
- Perito en lunas, 1933.
- El rayo que no cesa, 1936.
- Viento del pueblo. Poesía en la guerra, 1937.
-          El labrador de más aire, 1937.
-           Seis poemas inéditos y nueve más, 1951.
-          Cancionero y romancero de ausencias, 1938–1941.
-           El hombre acecha, 1961 (Facsímil de la primera edición de 1939 perdida en imprenta).
- 24 sonetos inéditos, 1986.


“NANAS DE LA CEBOLLA”
(Dedicadas a su hijo, a raíz de recibir una carta de su mujer,  en la que le decía que no comía más que pan: y cebolla)
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,           5
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla     10
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena        15
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna      20
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.           25
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.              30
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.                 35

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.                     40
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca       45
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño:      50
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa         55
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.                 60
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.          65
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.                    70

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego                75
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,             80
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.


“PARA LA LIBERTAD”
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

El hombre acecha (1938-39)

Para poder escuchar la versión de Serrat, os dejo este enlace:

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